Blaise Pascal decía que el exceso de virtud es dañino para el hombre.
En relación a esta idea de Pascal, a modo de broma, en la foto de la izquierda uno de estos trabajadores que descansa plácidamente en su horario de trabajo, en vez de producir más dice: “Quiero ser una buena persona. Por eso no quiero trabajar demasiado.”
Muchos critican que en muchos países de América Latina la gente no se toma muy en serio ni los horarios, ni el trabajo, ni otros compromisos.
Pero esto que puede parecer a primera vista un defecto, resulta más bien una virtud. Pues acá no tenemos el problema de los fanatismos religiosos. La gente en su mayoría puede llegar a decir cosas religiosas muy radicales, de boca para afuera, y asumir todo tipo de compromisos, pero en realidad, a la hora de la verdad no cumple de manera estricta con estos, menos aun con los preceptos religiosos. Por ello la tendencia cuando vienen grupos religiosos fanáticos de otros hemisferios, no es tanto que éstos logren fanatizar a los locales, sino que más bien finalmente éstos de terminan integrando en el caos local.
En este sentido se debe entender, a mi entender, a Pascal cuando dice que el exceso de virtud puede llevar más bien a su opuesto. Fueron los fanáticos religiosos los que impusieron la feudalidad en Europa e instigaron a iniciar las Cruzadas al Medio Oriente a Constantinopla, a las regiones eslavas o al sur de Francia (La foto a la derecha es de unas estatuas de madera en una iglesia en Vezelay (Francia), que muestra como virtuosa una relación feudal infame. Desde esta catedral en 1146 en éxtasis virtuoso se proclamó el inicio de la segunda cruzada contra los “infieles”.
Hoy, la dirección de los terroristas inspirados en el exceso de virtud, se ha revertido: Lo que no ha cambiado es la actualidad de las palabras de Pascal con respecto a aquellos que creen que deben aspirar a algo así como una excelencia en virtud.
¿Pero, es esto así realmente, que la virtud no debe ser excesiva?